Cuando recuerdo el momento en el que tiré un teclado de ordenador a la cabeza de alguien irremediablemente lo identifico con una ensalada de espinacas, queso y dátiles. Siempre ha sido así y no he entendido el motivo. Pero hoy lo he analizado y he encontrado la conexión: enfado, impotencia, frustración y, sobrevolando todo, tristeza e incomprensión, como una nube negra preñada de lluvia ácida que no llega a descargar encima de nuestras cabezas. O de mi cabeza más bien; la otra cabeza sabe resguardarse convenientemente y su melena y su conciencia permanece seca e intacta.
Después todo está bien, todo fluye. El teclado sigue funcionando, la ensalada está rica y aquí no ha pasado nada.
(Ningún ex marido resultó dañado en el rodaje de esta película)
1 comentario:
Si el teclado va bien, no le diste o tenía la cabeza poco dura, ¿no?
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